Hoy estuve pensando. Y esto no es algo que yo suelo hacer, porque a mí me gusta actuar, soy más del tipo de persona input-output, acción-reacción, veo-filete-lo-muerdo que del tipo pienso-luego-existo o de-mi-mundo-interno-florece-un-flor-nocturna-que-me-hace-languidecer.
Y es que leí de mi loco preferido, Panero, en un cuento muy oscuro y viscoso que él había escrito, que la educación es un corsé solo apreciado por aquellos que temen a la vida.
Y esto ¿Qué significa, Caraculo? -me dije- pues esto significa que, desde el punto de vista antropológico, la educación no es más que otro símbolo de nuestra cultura en el que depositamos mucho valor, que lo hemos hecho engordar hasta convertirlo en un dios grasiento y blando con traje de esos de las marcas caras y al que escuchamos con hambre de entender cuales han de ser nuestros próximos pasos.
Y creo que cuando ponemos mucho peso en un símbolo, aquello para lo que el símbolo nació pierde su sentido, si las historias y la educación y las palabras nacieron para perdurar la vida, para hacerla mejor y colorearla, para contarnos y perpetuarnos a nosotros mismos, el nuevo símbolo hipertrófico de la educación es un valor en sí mismo que nos aleja de la vida, que mata la curiosidad natural de los niños, que separa a los humanos, que es un escudo del frio y del peligro y de los engaños amorosos o de los engaños odiosos; porque es plana y está en papeles y es una estrella que podemos ponernos en el pecho como un emblema y pasearlo estirados por la calle seguros de estar, al menos, un poquito por encima de los demás. Y esto, es literalmente lo contrario del objetivo inicial.
Y esto me hizo también acordarme de Kortatu, con su Revilla viejo cerdo, vamos a entromparnos, Nos han estado jodiendo vivos durante muchos años, Revilla viejo cerdo, nos vamos a entrompar, que la cultura es tortura, no nos vamos a engañar.
¿Has pensado alguna vez que cualidades posees? ¿Las aprendiste en la educación formal? No tengo más preguntas, Señoría.